España pierde el tren de la cardioprotección
(entrevista al Dr. Ignacio Fernández, presidente del Consejo Español de Resucitación Cardiopulmonar y secretario de la Sociedad Española de Cardiologia)
7 oct.2016, «Responsabilidad Socio Sanitaria»
De los más de 30.000 fallecimientos por muerte súbita anuales que registra el país, se podrían evitar 15.000 si se utilizase un desfibrilador en los primeros cuatro minutos del ataque.
La existencia de desfibriladores externos automáticos (DEA) en lugares públicos y la formación en técnicas básicas de recuperación cardiopulmonar (RCP) podrían salvar la vida de hasta 15.000 personas que sufren un paro cardíaco, según datos de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Para ello, la ayuda debe llegar en los primeros cuatro minutos.
Sin embargo, el acceso a estos dispositivos en España es limitado e insuficiente. Por poner un ejemplo, en el país sólo existen 10.000 DEA, una cifra ridícula si se tiene en cuenta que en Francia hay 100.000, en Alemania 80.000 y en Reino Unido 50.000. Algo que deja claro que «España pierde el tren de la cardioprotección». Así lo confirma a Responsabilidad Sociosanitaria Ignacio Fernández, secretario general de la SEC y presidente del Consejo Español de Resucitación Pulmonar. En concreto, los ciudadanos españoles tienen a su disposición dos dispositivos por cada diez mil habitantes y los franceses 15.
El balance formativo respecto a los cursos de RCP en los españoles tampoco es positivo. «En Suecia viven nueve millones de habitantes y en los últimos años más de tres han recibido formación de este tipo mientras nosotros nos estamos quedando en la prehistoria», apostilla.
Pero la concienciación por parte de la sociedad y las administraciones falla. «En los últimos años se ha hecho un buen trabajo para reducir los accidentes de tráfico. Hemos pasado de 9.000 muertes en los años noventa a 3.000 en la actualidad, pero siguen siendo muchas menos que las de tipo cardíaco», indica Fernández. Lo mismo ocurre con la prevención del fuego. «La ley española es una de las más restrictivas en torno al fuego y hace que seamos uno de los países con más extintores del mundo, cuando sólo se mueren 150 personas al año por esta causa».
¿Cuál es el motivo de estas inequidades? La responsabilidad parece que parte de las distintas normativas que existen en las comunidades autónomas, las cuales van cambiando y actualizándose constantemente, lo que provoca que no exista una legislación nacional que inste a la instalación de desfibriladores en todas las comunidades.
«Tenemos una legislación dispersa e irregular que muchas veces dificulta la instalación de estos dispositivos», asegura Fernández. En Holanda, por ejemplo, no existe ningún requisito para su colocación «y aquí somos tan exigentes que hemos hecho una legislación restrictiva que ha conseguido matar a mucha gente y alejarnos de la solución al problema», matiza. Por ello, insiste en que haría falta una ley nacional que regule y obligue a la colocación de un desfibrilador en cada espacio público. «Lo ideal sería contar con desfibriladores en colegios, estadios, plazas públicas, estaciones de autobuses, centros oficiales, universidades, etcétera. Al menos en todas las zonas de alto tránsito debería existir uno», aconseja.
Además y al contrario de lo que muchos piensan su uso es tremendamente sencillo. «Cualquiera que sepa leer puede entender las instrucciones, incluyendo niños desde los siete años», afirma. Los colegios son precisamente otro entorno desprotegido donde la cardioprotección escasea. Según un estudio de la empresa B+Safe, solo el 5 por ciento de los centros escolares españoles está cardioprotegido frente al 40 por ciento de países como Francia o Alemania.
Más datos. Otro trabajo publicado en la revista Circulation en 2009, realizado en 18.974 colegios de Estados Unidos, sugería que la puesta en marcha de un programa de desfibrilación en lugares públicos salva vidas, ya que el 94 por ciento de las paradas cardíacas recibió medidas de reanimación cardiopulmonar y se utilizó un desfibrilador en el 83 por ciento de los casos.
Fernández hace otra apreciación importante: «Cualquier entorno que cuente con una actividad deportiva reglada debería tener obligatoriamente un desfibrilador y el colegio es uno de ellos».
Curiosamente, el sector hotelero parece ser el que mayor concienciación está tomando en los últimos años, aunque todavía queda lejos de lo deseado. En 2016 ha aumentado un 30 por ciento el número de hoteles españoles con espacios cardioprotegidos con desfibriladores, certificados por la Sociedad Española de Medicina y Seguridad en el Trabajo por llevar un correcto mantenimiento de los equipos y de su instalación.
Por el momento, sólo Canarias, País Vasco y Cataluña trabajan en el desarrollo de unas nuevas normativas que obligan a la cardioprotección